LAS LEYES EN PELAGATOS
(JOSÉ ABELARDO GAMARRA)
Abelardo Manuel Gamarra Rondó, apodado el “Tunante” nació  Huamachuco, el 31 el 31 de agosto de 1852 y murió en  Lima el  9 de julio,  fue un escritor, periodista, político y compositor  peruano.

El pueblo que tiene más leyes para todo es Pelagatos; y el pueblo que no tiene ley para nada es también Pelagatos.
En Pelagatos sólo se vive haciendo leyes; y en Pelagatos no se pasa sino infringiéndolas
 Los Congresos se reúnen cada quince días, con el objeto de largar quince salchichones de leyes por día: los Gobiernos se suceden cada veinticuatro horas, con el objeto de dar, veinticuatro decretos por minuto.
Hay tantas leyes que cada hombre es un leguleyo.
Las leyes de Pelagatos son muy bonitas cuando se proyectan y cacarean; pero apenas se expiden, comienzan a ser muy divertidas.
Las leyes de Pelagatos se asemejan mucho a los teatros, por sus infinitas puertas de escape.
Cada ley tiene por lo menos doscientas o quinientas salidas; de tal manera que con el mismo artículo del mismo capítulo se le puede llevar a Ud. a la gloria o conducir a los infiernos.
En Pelagatos todo el mundo tiene su código y en cada casa hay lo menos cuatro abogados; y con código y todo, y con toda la carga de abogados que tenga usted, el día en que se le antoje al celador de una esquina le coge, lo enfardela y lo despacha para cualquiera de los cuatro puntos cardinales de la otra vida.
En todas partes llevan diferentes títulos los encargados de hacer cumplir las leyes, en Pelagatos los encargados de las leyes se llaman prestidijitadores.
Ustedes habrán visto colocar agua en una botella y convertirla en vino, romper un pañuelo, atacarlo en una pistola, hacer fuego y salir el pañuelo ileso; pues bien, en Pelagatos se agarra la Constitución íntegra, se le mete en una jeringa y se le saca ilesa, después de haberla hecho pedazos, a los ojos de todo el mundo.
El Decálogo, o las leyes divinas, fueron promulgadas en el Monte Sinaí, en medio de truenos y relámpagos: las leyes de Pelagatos se promulgan en medio de sonrisas, risas y carcajadas.
Las(sic) mandamientos se encierran en dos: en servir y amar a Dios y al prójimo como a sí mismo.
Los de Pelagatos se encierran en uno: en servir y amar al Gobierno, suprimiendo al prójimo y a sí mismo.
Las leyes de las demás partes del mundo merecen el calificativo de severas, sabias, etc. En Pelagatos se califican de este modo: curiosas, divertidas, originales, amoladas, tontas e inútiles.
Quiere usted vivir de un modo raro, de un modo estrambótico, así como en el aire y con una soga al pescuezo, oyendo que le dicen: “estamos en la gloria, ahora es hora; como esto sí que no se ha visto desde la creación del mundo”? vaya usted a Pelagatos, donde estará usted mirando a más de un prójimo con la lengua afuera, los ojos inyectados de sangre, saltados de sus órbitas, el semblante pálido amoratado, pataleando y con los últimos estertores de la agonía y le dirán a usted: aprensiones, todo lo que usted ve no son sino las naturales conmociones de la aplicación de la ley para mejor salud de ese individuo.

Las leyes en Pelagatos se hacen para la exportación. Pelagatos, como usted sabe, vive como Cantón encerrado en su gran muralla, dentro de la cual fríen al prójimo a su gusto, lo desuellan como a San Bartolomé, lo pistan, pero sobre la muralla, de trecho en trecho, están los grandes prestidigitadores de pluma, gritando a voz en cuello: éste es el país de la aplicación de las leyes.
Fenómeno raro, sin embargo; nadie quiere venir a este país.
Parece que se hallan tan acostumbrados en los otros a vivir fuera de toda ley, que apenas saben que en Pelagatos se camina como un cronómetro, huyen las gentes aterra- das.
Hacen bien: Pelagatos se hizo para los bienaventurados, para los que están en olor de santidad, para aquellos que se llaman almas de cántaro: aquí deben venir los que padecen persecuciones por la justicia, porque aquí no se persigue a nadie; en seguida los misericordiosos, porque se reelegirán hasta viejos en las Beneficencias; los que lloran, por aquello de que el que no llora no mama y aquí se mama más que en la lechería Suiza; los que han hambre y sed de justicia, porque los hartarán de palos; los mansos porque para ellos es con particularidad esta tierra; los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de Pelagatos: todos los que le deben al santo o a los que les falta un tornillo, los venteados, los opas.
¡Las leyes! En Pelagatos son un verdadero costeo; todas han sido elaboradas exclusivamente para los cándidos: es por eso que a Pelagatos se le aguarda una inmigración especial; la inmigración de los más.... benditos.
Medida sabia, desde luego, porque no hay país que no trate de mejorar lo que posee: perfeccionar la cría en Pelagatos es una medida previsora: de los de calilla se trata de llegar a los de cirio pascual.
Figúrense ustedes lo que será un país de... inocentes, un país patriarcal. El estado de inocencia es el estado más perfecto.
Devolver al hombre su primitiva inocencia, es devolverle su original belleza. Un país de... inocentes tiene que ser un país perfecto.
Pues a eso se encaminan todas las leyes y todos los esfuerzos de los hombres públicos de Pelagatos.
Las(sic) mandamientos se encierran en dos: en servir y amar a Dios y al prójimo como a sí mismo.
Los de Pelagatos se encierran en uno: en servir y amar al Gobierno, suprimiendo al prójimo y a sí mismo.
Las leyes de las demás partes del mundo merecen el calificativo de severas, sabias, etc. En Pelagatos se califican de este modo: curiosas, divertidas, originales, amoladas, tontas e inútiles.
Quiere usted vivir de un modo raro, de un modo estrambótico, así como en el aire y con una soga al pescuezo, oyendo que le dicen: “estamos en la gloria, ahora es hora; como esto sí que no se ha visto desde la creación del mundo”? vaya usted a Pelagatos, donde estará usted mirando a más de un prójimo con la lengua afuera, los ojos inyectados de sangre, saltados de sus órbitas, el semblante pálido amoratado, pataleando y con los últimos estertores de la agonía y le dirán a usted: aprensiones, todo lo que usted ve no son sino las naturales conmociones


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